Unidos para el cambio: cómo el movimiento de justicia ambiental encarna la resiliencia comunitaria
El movimiento de justicia ambiental en Estados Unidos tiene una larga historia de lucha contra las prácticas injustas que lastiman a ciertas comunidades más que otras. En la década de 1980, mientras la cultura pop y la tecnología estaban en auge, había un problema oculto. Muchas comunidades, en especial las de color, vivían junto a industrias y vertederos tóxicos. Estas comunidades, víctimas de la contaminación y los peligros ambientales, se encontraban al frente de una creciente batalla por la justicia ambiental.
A medida que aumentaba el conocimiento sobre estas injusticias, las comunidades comenzaron a reconocer la necesidad de presentar un frente unido contra los peligros ambientales que las afectaban de manera desproporcionada. En 1982, la pequeña comunidad mayormente negra del condado de Warren, Carolina del Norte, se enfrentó a la posibilidad de que vertieran desechos tóxicos en sus inmediaciones. Se pusieron firmes contra esto y mediante la resistencia colectiva, en la que incorporaron ideas, estrategias y tácticas del movimiento de derechos civiles, lucharon contra este perjuicio ambiental.
Este acto local de resistencia desencadenó un movimiento nacional. Vernice Miller-Travis, pionera en esta lucha, jugó un papel crucial. Fue una organizadora clave al convocar la Primera Cumbre Nacional de Liderazgo Ambiental para Personas de Color en 1991, en la que se unieron voces contra las fuerzas dobles del daño ambiental y la injusticia racial. Travis y otras personas no estaban seguras de cuánta gente asistiría a la Cumbre, sin embargo, el número de asistentes fue una sorpresa. Más de 1,100 personas asistieron, cuatro veces más de lo esperado, quienes dedicaron el día a compartir historias y hacer planes. Este encuentro no fue solo una reunión: fue una revelación.
Estos pines son parte de una colección de más de 200 artículos recolectados por Vernice Miller-Travis, defensora de la justicia ambiental de Washington, DC. Actualmente se encuentran en el Museo Comunitario de Anacostia.
Pensábamos que estábamos solos. Pero cuando llegamos a la Cumbre, nos dimos cuenta de que no era así.
La Cumbre estableció 17 principios que continúan guiando el movimiento de justicia ambiental hasta hoy. Este evento histórico subrayó el poder de la unidad y la acción colectiva. Demostró que, cuando las comunidades se unen, su resiliencia puede crear olas de cambio, influyendo en las políticas y motivando una concientización nacional.
A partir de este legado de activismo comunitario para la justicia ambiental, el Centro para la Justicia Ambiental (CEJ) del Museo Comunitario de Anacostia se estableció en el Día de la Tierra en 2023. El CEJ encarna los principios básicos del movimiento de que la justicia ambiental es inseparable de la equidad racial y social, y que el poder de la solidaridad comunitaria y la acción colectiva pueden impulsar un cambio significativo.
Ampliando estos principios, la Iniciativa de vías fluviales urbanas del CEJ, iniciada por la Dra. Gail Lowe en 2010, es un ejemplo del poder transformador que tiene enfocarse en inquietudes ambientales urbanas, en particular en el río Anacostia. El río supo ser un símbolo de división, pero se ha convertido en un lugar de concentraciones, donde se demuestra la conexión entre las comunidades urbanas, sus vías fluviales y la justicia ambiental, destacando la importancia de los ecosistemas locales en la lucha más amplia por la equidad y la sostenibilidad. Dicha conexión dinámica se explora a través de esta iniciativa desde diversas perspectivas, que incluyen temas de justicia, clase, raza, política, salud, desarrollo, fe, historia y artes.
El CEJ se establece sobre décadas de activismo de base y el compromiso de la Smithsonian con la participación comunitaria y el cambio social. Incorporando la rica historia del museo de participar con su comunidad en cuestiones ambientales, el CEJ sirve como polo de investigación y defensa, y también elabora soluciones orientadas a la comunidad de manera activa. Es además un espacio donde las historias y las luchas de las comunidades se honran y amplifican, como reflejo de la creencia fundamental del movimiento de justicia ambiental en el poder de la acción comunitaria unida para producir cambios.